- Los hechos, juzgados por la Audiencia de León, se produjeron hace 18 años durante unos ejercicios espirituales
Un sacerdote de Toledo, para quien la fiscalía pedía una pena de 10 años de prisión por abusos sexuales continuados a un menor de 16 años, ha sido condenado por la Audiencia Provincial de León a siete años y un día de prisión por el mencionado delito, y al pago de una indemnización de 40.000 euros a la víctima en concepto de responsabilidad civil.
El juicio comenzó en la Audiencia provincial de León al dictaminarse durante la instrucción que el primer abuso tipificado como tal se cometió en la localidad de La Bañeza durante unos ejercicio espirituales.
El acusado negó los hechos e insistió en que el menor que lo denunció era una persona problemática que buscó su apoyo al sufrir acoso por parte de sus compañeros en el seminario menor de Toledo en el que estudiaba. Durante su declaración alegó que la víctima, tenía un comportamiento «extraño, cerrado, egocentrista», lo que generaba rechazo en los otros. «Quería destacar sobre los demás», afirmó. El acusado, que negó en todo momento que cometiera cualquier tipo de abuso, aseguró que el niño lo acosaba, aprovechándose de su paciencia, y que incluso llegó a visitarle en su casa, en un pueblo que unos 70 kilómetros, por su insistencia, ya que era su cumpleaños. Afirmó que en un principio creía que el chico le apreciaba, pero luego «se convirtió en odio».
Entre los hechos probados en la sentencia se especifica que como consecuencia del rechazo y acoso que sufría la víctima por parte varios de sus compañeros, acudía asiduamente al despacho del sacerdote quien le mostraba su aprecio con abrazos y le escuchaba, convirtiéndose en su referente personal, espiritual y moral.
La víctima relató que los abusos comenzaron en 2005, cuando él tenía 14 años de edad, y se prolongaron hasta 2007, y que los más graves tuvieron lugar en La Bañeza durante unos ejercicios espirituales que duraron ocho días.
Aunque ha asegurado que habían comenzado antes en el seminario y durante un viaje a Valencia para asistir el Encuentro de las familias que se celebró en julio de 2006.
La víctima asegura que los abusos comenzaron poco a poco y se fueron intensificando. Primero comenzaron, según relata la sentencia, con besos en la boca, abrazos y caricias en las nalgas, hasta que en un momento dado el acusado le pidió al menor que fuera a su habitación. Una vez allí se quitó la ropa y le pidió a la víctima que hiciera lo mismo, cogiendo su pene y el suyo propio y jugando con ambos.
Después cuando estaban tumbados, dirigió la cabeza del menor hacia su pene y se lo introdujo en la boca, viéndose obligado éste a realizarle una felación, sin que el acusado llegara a eyacular. Ante la situación de descontento del menor por lo ocurrido, el acusado le dijo que eso no era pecado y que no se lo contara a nadie.
Durante su declaración, la víctima incidió en que los abusos que sufrió le causaron desconcierto y no supo entender muy bien lo que estaba pasando porque el sacerdote le repetía que lo que hacían era lo normal entre personas que se querían como era su caso.
Versión corroborada
Igualmente, ha desvelado que lo sucedido le sumió en un estado de depresión y ansiedad por el que lleva muchos años en tratamiento, algo que fue corroborado por los distintos informes periciales presentados, que confirman que la víctima presenta numerosos indicadores compatibles con una situación de abuso sexual (vulnerabilidad previa, asimetría de poder, manipulación, dependencia emocional, progresión de los abusos, culpabilización y victimización) y que sus declaraciones constituyen prueba válida y suficiente y contiene gran cantidad de detalles y criterios propios de la realidad. Concluyen que la víctima presenta una huella psíquica compatible con la que originan los hechos como los denunciados que le ha afectado significativamente en los distintos ámbitos de su vida (personal, social, familiar, laboral, escolar, etc).
La víctima declaró que denunció a otro sacerdote lo sucedido en 2009 pero al comprobar que no se tomaban medidas optó por llevar el caso a la justicia en 2016.
Durante la instrucción del caso, el acusado fue apartado de sus labores docentes por la Diócesis de Toledo y paso temporadas en el seminario de Moyobamba, en Perú.