viernes, 15 de agosto de 2025

Los otros héroes del incendio

 El restaurante Badecar atendió a todos los evacuados de Castrocalbón el martes a las 13.55 horas, dándoles de comer a pesar de que tenían todo completo y reservado.


Voluntarios, descansando tras jornadas de 12 horas para evitar que los fuegos quemasen casas.

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Emilio García Ranz / La Bañeza.- Yo fui uno de los evacuados / desalojados de la piscina municipal de Castrocalbón el lunes 11 por la tarde, y fui uno de los desalojados el martes 12 a las 13.55 horas. Tras haber pasado la noche en vela –habían dado la orden de evacuar La Valdería el lunes– y divisar durante la noche desde mi despacho el la redacción de este periódico cómo se avivaban las llamas al no haber ningún medio aéreo (y dudo que terrestre) controlando el incendio de La Chana (monte de varios kilómetros de ancho  que separa Castrocalbón de la provincia de Zamora, zona donde se había originado el fuego el día anterior –y que se fue extendiendo al no sofocarlo–). Me acosté –escondiéndome de la Guardia Civil que patrullaba un pueblo que creían desalojado (más de la mitad de vecinos nos quedamos en nuestras casas y muchos se negaron en todo momento a evacuarlo)– con miedo a las llamas. Parecía que la Junta no hacía nada. No vi efectivos, ni helicópteros y sólo vi a un avión pasar por la tarde (dicen que también había un helicóptero pero pequeño y del todo insuficiente)– y apenas dormí cuatro horas. 

Ángel el constructor, y su hijo –a los que me encontré apagando los rescoldos del molino de Basilio cobreros– me decía que a él le habían preguntado los técnicos de la Junta cómo atajar ese incendio, y que él se lo comentó. Los viejos del pueblo conocen la zona, y sabían que ese fuego era muy fácil apagarlo en La Chana «si se hubiese trabajado de noche que las llamas estaban más bajas». De hecho otros vecinos narraban en el chiringuito de Castrocalbón el jueves tras retornar a sus casas con el fuego ya apagado, que «mandaron los pocos medios que había al incendio de las Médulas y se reavivó». «Cuando quisieron regresar –contaba Luis, vecino de Benavente pero nacido en el pueblo de Castrocalbón– ya no pudieron controlarlo y los dos focos habían pasado a cinco, con un frente de llamas de varios kilómetros de largo.»

Ciertamente el martes por la mañana el fuego parecía extinguido. Me levanté a ls 4 de la madrugada y me asomé a la ventana de la escalera y se veía rojo en el horizonte y las llamas tomar virulencia. Al coche de la Guardia Civil parado en el puente (cortando la carretera a Camarzana de Tera y después también a La Valdería, por donde el fuego se desmandó bajando y afectando a los pueblos de San Félix y Felechares. «El guardia (civil) casi pierde su casa» comentaban en el chiringuito (tiene un chalet a las afueras de Felechares cerca del monte y las llamas parece ser que quedaron por detrás a pocos metros de la vivienda. El susto fue impresionante para la gente que no había evacuado la noche antes.

Cerca del mediodía el foco de La Valdería –el de San Esteban de Nogales (ver fotos periódico anterior del fuego rojo en la noche negra) parecía extinto– se reavivó, y empezó a verse humo amarillo. Olía a humo cuando (tras toda la noche trabajando en el extra del anterior periódico (a falta de no poder dormir por la inquietud del incendio: aunque menos hubiese dormido con 1.700 personas en el pabellón de deportes ¡soy autista asperger y me molesta el ruido de un mosquito –mucha gente se fue a dormir a sus coches en vez de en el pabellón– (y qué decir de la luz!) me puse a redactar el EXTRA del INCENDIO nº 1221 (no creáis que las 12 páginas del jueves a la venta, tras estar evacuado del martes al miércoles, las escribí en un cuarto de hora ¡¡me llevó de 5 de la madrugada a una del mediodía!! con una parada para desayunar y asomarme por la ventana a ver si venía el incendio.

A la una pasadas vi aparecer el primer helicóptero forestal. Pensé que venía a la piscina a cargar agua y, a vecinos, que empezaron a asomarse y salir a la calle –incluso cinco turistas se asomaron a ver si abrían las piscinas dándose media vuelta porque eran las 12.35 y estaba cerrado todo [cuando abren a las 12.00 horas]. Tras estar escondidos en nuestras casas –parecíamos judíos huyendo de las SS nazis, sólo que somos españoles y nos ocultábamos de la Guardia Civil: yo no encendí ninguna luz en mi casa ni tiré de la cisterna del váter para no hacer ruido–, les oí decir que qué tontos los del helicóptero que sobrevolaron la zona pero no aterrizaron en la piscina.

Con once de doce páginas del suplemento hecho –EXTRA que iba a reemplazar (tal y como se vendió en La Bañeza) al Extra post fiesta de las motos y celebraciones de La Patrona, porque me parecía que lo del incendio de Ayoó / Uña de Quintaña, se tornaba algo serio, salir al balcón a grabar al helicóptero para el canal de YouTube de La Bañeza Hoy televisión, acercándose la hora de comer, saqué las viandas y me metí a duchar. Eran las 13.55 horas. Había estado trabajando en el piso de arriba (no tengo aire acondicionado) a 30ºC (¡para que veáis los sacrificios que hago por sacar este periódico!!) y estaba sudando como un cerdo, cuando de repente la Guardia Civil pasó por la calle gritando por megafonía –algo que no había hecho la tarde anterior– que teníamos que evacuar el pueblo. Con el tiempo justo para quitarme el jabón de los ojos salí de la ducha, y me puse la única ropa que tenía a mano –la camiseta sudada que había bajado para lavar– cogiendo el coche del garaje. Iba a meter dos cosas (lo tenía a ralentí a la puerta) cuando la Guardia Civil a mi puerta me apresuró a que evacuara diciéndome si quedaba alguien más en la casa. La dije que no a la simpática chica de coleta rubia, a la que pregunté si se podía pasar por Jiménez hacia La Bañeza –en el grupo de Whats app del periódico José Ignacio Salgado publicaba que había humo en La Portilla, que se incendiaría un día después, cortando la salida a La Bañeza (ya se había cortado el día anterior la carretera a Camarzana de Tera, la de La Valdería y la salida de San Esteban de Nogales y Alcubilla, que la tarde anterior también habían sido evacuados: sólo quedaba la carretera de Jiménez.

Una larga hilera de coches –nos habíamos quedado casi todo el pueblo en casa– salió a la carretera en una larga caravana que a veces no pasaba de 60 km/h (en una carretera de 90).

Badecar

Yo tenía la comida preparada para empezar a comer tras la ducha pero la huida precipitada del pueblo me dejó sin comer. Hubo gente que paró en Jiménez (hay algunos de Castrocalbón que tienen casa allí propia o familiares ya que hay mucha gente de Jiménez casada con alguien de Castrocalbón). Otros continuamos a La Bañeza.

El restaurante badecar (conocido como la gasolinera del cementerio) estaba lleno a rebosar (al igual que los hoteles de La Bañeza). La ciudad, cabecera de comarca, estaba en plenas fiestas patronales –el fin de semana de las motos, que acababa de pasar, se cuelga el 100% de completo en todos los hostales en varios kiómetros a la redonda porque vienen unas 60.000 personas a ver las carreras). No hay casas, ni apartamentos aunque ya sabíamos que habían habilitado el pabellón polideportivo municipal para acoger a los evacuados (sigo sin entender qué hacían dos coches patrulla en la carretera en el acceso al mismo). El restaurante Badecar estaba a tope, y no había plazas disponibles que no tuvieran reserva, pero cuando se enteraron del drama que estábamos viviendo los 500 evacuados de Castrocalbón ante el incendio forestal de gran magnitud (las llamas ya habían cobrado grandes dimensiones –10 metros de altas en La Chana–, la chica nos fue apuntando en una lista, por orden de llegada, para darnos de comer a la hora que fuera, según la gente se marchara una vez acabasen de comer. Hicieron horas extra y un trabajo extraordinario –y no reconocido, hasta ahora, por ningún periódico–, para atendernos y darnos de comer donde fuera (en las mesas de la terraza o bar o compartiendo mesa como hice yo, con un matrimonio de Burgos que había venido a las fiestas.) No faltó comida.

Elisa, la taquillera de las piscinas que nos evacuó de las mismas el día anterior, con cara descompuesta esperaba con su familia y mucha gente del pueblo se había dado cita en Badecar –la gasolinera se quedó sin espacio para aparcar tanto coche de los desplazados–. Las caras de susto y la preocupación sobre si el fuego llegaría al pueblo (a mí me parecía imposible que saltase el río y la vega de regadío) se notaban entre la mayoría de la gente, pero el tener un sitio donde nos diesen de comer –no sabíamos si se daba comida en el polideportivo– nos sentó bien y nos relajó tras el susto sufrido. No nos dio tiempo a nada, «Nos desalojan» wasapee a mi hermano.


Animales quemados por el incendio

  Imagen tomada en Santa Elena de Jamuz, tras el incendio que ha asolado nuestra Comarca. Foto: Antonio de la Fuente